Un mal para bien.
- Febe Santillan
- 23 feb 2017
- 3 Min. de lectura

Nací y crecí en Argentina, en una familia cristiana, soy la tercera de cuatro hermanos, y me siento muy bendecida por tenerlos. A la edad de 4 años fui víctima de abuso sexual infantil. En casi toda mi niñez y hasta mi adolescencia, viví con esos recuerdos e imágenes incomodas que me ocasionaban mucha vergüenza e incluso no me dejaban dormir, y esto mis padres no lo sabían. Pasé 13 años de mi vida pensando que nada fue real, que todo era solo producto de mi imaginación. Oraba a Dios pidiendo claridad y respuestas, realmente quería saber qué fue lo que había pasado realmente.
Tenía unos 17 años, cuando un día después de clases, llegué a casa y recibí una noticia muy fea. Mi mejor amiga, que es como una hermana para mí, la noche anterior había sido víctima de una violación sexual. Esta noticia fue la gota que rebalsó el vaso en mi vida. Ese día me sentí muy triste por mi amiga, pero al mismo tiempo me sentía muy afectada por la situación, a tal punto que comencé a sentir como si yo hubiera vivido lo mismo, sentía mucho miedo, no podía dormir, lloraba demasiado y no quería salir sola a la calle. Nuevamente comenzaron a volver esas imágenes y recuerdos incómodos que tenía desde niña, y comencé a preguntarle a Dios __ porque estoy pasando esta situación?__ porque ahora? __Pensé que ya lo había sanado, __pensé que ya lo había olvidado. Días mas tarde tomé la decisión de hablarlo con mis padres y contarles todo lo que estaba sintiendo, ahí pude confesarles que había sido abusada cuando tenía 4 años, pero no quise contarles antes porque me daba vergüenza. Al escuchar esto mis padres se sintieron muy apenados, lloraron conmigo y me pidieron perdón por lo sucedido. El hecho de solo contarles esto a mis padres hizo que yo me sacara una mochila tan grande y que pudiera avanzar en busca de mi propósito en esta vida. Pero aún continuaba el proceso de sanidad que Dios quería hacer en mi vida. Pasó el tiempo y Dios abrió una puerta para que yo pudiera continuar sanando, creciendo y madurando a la vez. Al cumplir 18 años viajé por primera vez a Suiza, pude reencontrarme con mi amiga, quien Dios sanó y restauró completamente. Esos tres meses en Suiza, marcó un antes y un después en mi vida, donde pude experimentar la completa sanidad que Dios hace en tu vida si uno se lo permite, y lo mejor de esto, es que Dios no solo te sana, sino que te restaura, te hace una nueva persona. Se trata de una decisión, y esa decisión puede cambiar tu vida para siempre. Yo decidí amar a Dios primero, a pesar de las circunstancias, y decidí aceptar su plan para mi vida, porque comprendí que los planes de Dios son mucho mejores que mis planes. Hoy en día vivo en la ciudad de Zúrich, trabajo en una organización que ayuda a personas a encontrar su propósito en esta vida. Hoy puedo decir que estoy caminando en el propósito de Dios y camino con fe, porque mi seguridad esta puesta en El. Aprendí que nuestra vida es una narración perfecta, delineada por Dios, desde que nacemos hasta que nos toca irnos de aquí. Dios planificó todo lo que nos pasa, y en ese plan de Dios a veces es necesario vivir un naufragio, atravesar un desierto, sufrir una perdida, para que Dios pueda sanarnos y llevarnos al siguiente nivel. Tú al igual que yo eres parte de un plan… porque solo Dios tiene planes de BIENESTAR y no de mal para nosotros.
… sabemos que Dios dispone todas las cosas para el BIEN de quienes lo AMAN; los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Romanos 8:28
“Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes_ dice Dios_, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza” Jeremías 29:11
Comments